La aldea global de grandes aspavientos
en la que se ha convertido nuestro planeta no se puede permitir aminorar su
velocidad, no se da lugar a los análisis, ni a las reflexiones, lo único que se
autoriza es a saltar el obstáculo y a continuar como si nada.
La información es abundante, excesiva, tanto que nos ha narcotizado. En los
primeros meses de la crisis económica algunos analistas financieros –siempre en
liza por alzar su opinión sobre su gremio- mantuvieron el discurso de que esta sería
una crisis global en V, es decir gran bajada y rápido repunte, lo que todos
queríamos oír.
El tiempo ha demostrado su error, esta crisis como poco será en W, gran bajada, repunte, bajada y quizás subida
final. El mundo se habría ahorrado este y otros equívocos si se hubiera dado crédito
a aquellos, como el profesor de la universidad de New York Nouriel Roubini, que ya hace dos años
–cuando muchos creían vislumbrar brotes verdes-
alertaba de la inminente w.
“Después de
la recesión de 2008-2009, la economía global ha sido sostenida por unos masivos
estímulos monetarios y fiscales y por el rescate del sistema financiero, la
economía se encamina a una fuerte desaceleración este año cuando el efecto de estas
medidas se empezará a desvanecer”
Sostienen algunos, que los historiadores de economía solo son capaces de atisbar soluciones cuando ven las crisis con perspectiva. No obstante, parece más bien que solo dejamos alzarse a aquellas opiniones que van acorde con lo que queremos escuchar. Es el llamado periodismo de convalidación, la información que queremos oír.
En este articulo tratare de diseccionar el origen de la crisis –aunque parezca mentira, la gran mayoría de ciudadanos nunca ha alcanzado a comprender su origen, o se han visto tan saturados que a día de hoy no puede juntar todas las piezas-, para finalmente centrarme en el devenir de nuestro sistema financiero, que a pesar de su teórica “robustez” ha acabado por revelarse gangrenado casi por completo.
El caso de las cajas de ahorro es el máximo
exponente de esa cultura del “todo va bien”, hasta que todo salta en añicos y
entonces, tan bien con impostada calma, el responsable de turno anuncia a
través de sofisticados eufemismos la situación real. Tras la intervención en marzo
de 2009 de la CCM, entremezcladas con
las noticias playeras, se precipitaron los procesos de fusiones que
desarrollaron la llamada reforma financiera, la mayor restructuración de
nuestro país. En lo furtivo del verano, los ahorros de los ciudadanos pasaron
de entidad en entidad como si tal, sin
explicarnos las consecuencias sociales que puede tener la reducción del sistema
autonómico de las cajas de ahorro.
El genesis: La crisis financiera estadounidense de 2008
Hasta que la
bruma se disperse y se pueda cuestionar lo contrario, EEUU es la mayor y más
influyente economía del mundo desde finales de la II Guerra mundial hasta hoy.
Se dice que cada gripe suya se convierte en una pulmonía para el resto del
mundo. En 2008 al
gigante americano le fue diagnosticada una pulmonía: la crisis de las hipotecas suprime.
La crónica de su gestación es otro
escarceo más del capitalismo con la avaricia. En EEUU existen entidades de financiación,
que no bancos, que se dedican a conceder un tipo de préstamos llamados subprime -el prestatario tiene unas condiciones fuera de lo que
una entidad bancaria “normal” aceptaría , debido a sus circunstancias económicas-,
su beneficio está en que aplican una tasa de interés superior a la del mercado.
Esta clase de préstamo es propicio cuando los bancos centrales han rebajado en
exceso los tipos de interés –a raíz de los atentados del 11 de Septiembre, para
enfriar la incertidumbre, se realizaron una serie de bajadas prolongadas-.
Se trata de un círculo vicioso y rentable, las
entidades financieras, a un interés por encima del mercado, conceden hipotecas
a personas que casi por seguro no podrán hacer frente a los pagos. Cuando el prestatario deja de pagar -al no
existir avales en este tipo de crédito-
pierden la casa, pero la deuda queda subsanada. La transacción es
muy rentable para las entidades, el negocio está en que el prestatario pierde
el dinero pagado y la casa vuelve a estar disponible para su venta -de hecho
era frecuente que la gente cancelara las hipotecas para meterse en otras
nuevas, o para usarlas de puentes-. La rentabilidad era tal, que las grandes
firmas de inversión las utilizan
para ofrecer a los inversores (a través de fondos de inversión, planes de
pensiones, etc).
Como ocurre en estos casos, todo
terminó por derivar en una monstruosa e inestable burbuja: la inmobiliaria y
por ente la financiera -en la última década Walt Streat gracias a los bajos
tipos de interés doblara sus bonificaciones y su volumen de negocio-.
Sin embargo, en 2004 algo cambio, la Reserva Federal empezó a subir los tipos de nuevo –en dos
años pasó del 1% al 5,25%-, llevándose consigo al pez que se muerde la cola. El
crecimiento del precio de la vivienda comenzó a mostrar síntomas de fatiga, los
prestatarios devolvían las casas, pero
por el elevado precio del dinero eran
incapaces de meterse en otra hipoteca.
El mercado hipotecario se saturó,
y las entidades financieras no
encontraban salida para las casas, que
cada vez les devolvían en mayor proporción.
Las ejecuciones hipotecarias
debidas al impago de la deuda llegaron a niveles insostenibles, tales que
empezaron a comprometer la liquidez de
las entidades financieras que a su vez
se veían incapaces de devolver el dinero a los inversores. El total de ejecuciones
hipotecarias del año 2006 ascendió a 1.200.000, lo que llevó a la quiebra a
medio centenar de entidades hipotecarias.
No obstante, el verdadero monstruo
aun no se había alzado. Para el 2006, la
crisis inmobiliaria se trasladó a la
Bolsa: el índice bursátil de la construcción estadounidense cayó un 40%. El sector financiero empezaba a oír
los gritos, pero no estaba dispuesta a recibir el golpe con la panza vacía.
Como ya he mencionado, las
hipotecas subprime eran un negocio tan lucrativo que era ofrecido a firmas de
inversión de la entidad de Lehman Brother entre otras. Cuando estas comenzaron
a sospechar del derrumbamiento del negocio de las subprime, se precipitaron en
desbandada a desprenderse de los activos tóxicos mientras aquellos que no pudieron
endosar el golpe, iban presentando las primeras quiebras. Así en 2007, el 18 julio quiebran dos fondos de inversión
del banco estadounidense Bear Stearns, el 2 de agosto la firma Blackstone hace
lo propio, el 22 agosto First Magnus
Financial –en este caso una empresa de
financiación hipotecaria- presenta la quiebra.
Para
entonces, el problema fundamental es la falta de liquidez. Las entidades de
financiación, las firmas de inversión y los bancos se ven incapaces de
desprenderse de los activos tóxicos, y lo que es más grave, nadie se fía de
nadie. Ninguna entidad está dispuesta a anunciar a bombo y platillo con cuantos
activos de hipotecas subprime cuenta, y ninguna se arriesga a prestar liquidez
a las demás ante el temor de que no sea capaz de devolverlo. De nuevo hace aparición
un pez que se muerde la cola, pero esta vez el invertebrado amenaza con
arrancársela.
En
esta situación de pánico y desconfianza se emplazan las maliciosas prácticas de
algunas firmas de inversión, dispuestas a aprovechar las ocasiones que brida el
caos. Goldman
Sachs –banco de inversión- prevenido del valor toxico que habían adquirido las
hipotecas basura, siguió recomendado a
sus clientes su adquisición a la vez que aseguraba sus inversiones en AIG. En
septiembre de 2008, el mismo día que quebró la firma de inversiones Lehman
Brothers, los valores de AIG, la mayor aseguradora de Norteamérica, se desplomaron
en el mercado un 60,8%. En pocos meses la empresa perdió el 92% de su valor en
bolsa y acumuló pérdidas por valor de 18.000 millones de dólares.[] La amenaza era tan grave que la Reserva Federal de los Estados Unidos –poco
dada a intervenir en el libre mercado- nacionalizó AIG para evitar que su
derrumbe arrastrase a todo el sistema financiero mundial. No ocurrió lo mismo
con Lehman Brothers, al que el gobierno federal prefirió dejar quebrar y con él
a sus activos por valor de 639.000 millones de dólares y su plantilla de 25.935 empleados en 61
oficinas por todo el mundo.
Arrastrando al sistema mundial: La crisis cruza el
charco
A
tales alturas de la vorágine, en Europa la crisis había causado tantos estragos
como al otro lado del océano –al menos en términos de temor y desconfianza-. Un
informe del FMI en enero de 2007 afirmaba que existían en Estados Unidos 4,2
billones de euros en bonos ligados a las hipotecas de alto riesgo, de los
cuales 624.000 millones de euros pertenecían a mediados de 2006 a inversores no
estadounidenses. En economía los trucos de magia –sin incluir fraudes- no
existen, los activos tóxicos estaban dispersos, no desaparecidos, solo cabía
descubrir qué cantidad albergaba cada banco y hasta donde les había
comprometido su voraz hambre.
La cuestión se resolvió pronto, en
paralelo a las quiebras e inyecciones de EEUU, los mercados europeos sufrían idéntico
proceso. El 29 de septiembre de 2008 el consorcio financiero inmobiliario
alemán Hypo Real Estate –el segundo más importante de Alemania- es socorrido
con un plan de ayuda de 50.000 millones de euros, el 30 de setiembre el gobierno de Irlanda decide garantizar con
400.000 millones de euros todos los depósitos de los seis mayores bancos del
país, ante la desconfianza que inspira su banca, el 7
de octubre en Islandia el primer ministro, Geir Haarde, advierte de una
"bancarrota estatal" y asume el control sobre el sistema bancario.
Ante esta imparable ola de
quiebras, rescates y nacionalizaciones, los mercados bursátiles se retraen
asustados. El 13 de octubre se produce un crash global en las bolsas europeas,
París pierde 7,7%, Milán un 6,5%, Fráncfort un 7%, Londres un 8%, Madrid un 10%, Moscú y Viene se deciden a
suspender la sesión para evitar la sangría. El problema es el miedo y la
sospecha, el grifo del crédito permanece cerrado y amenaza con estrangular a otros sectores económicos si la
criatura de las mil cabezas no es reducida pronto.
Los gobiernos de la UE deciden
tomar la iniciativa y preparan importantes inyecciones de crédito, así como implantar,
por un periodo inicial de al menos un año, una protección garantizada a los
depósitos personales para los particulares por una cantidad de al menos 50.000
euros. El 13 de octubre Merkel presenta un plan de rescate de los bancos por
valor de 500.000 millones de euros. Francia presenta un plan de ayuda de
360.000 millones de euros. El resto de
países de la Unión Europea también anuncian paquetes de diversa entidad,
que en muchos casos suponen nacionalizaciones parciales de los bancos. En el
caso de España, la teórica fortaleza del sistema financiero permite reducir las
ayudas a un aval, por valor de 100.000 millones de euros, que cubra la deuda
bancaria. El tiempo demostró que la exigencia seria mucho mayor.
Los días posteriores al anuncio
de estos mastodónticos planes de ayuda, los índices bursátiles recuperaron el
aliento, por primera vez la crisis parecía sujetada. Pero pronto el efecto se rebeló
efímero, un mero calmante. Las bolsas retomaron la insostenible volatilidad,
los paquetes de ayuda habían llegado demasiado tarde, Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de New York, acercó por entonces
las claves sobre lo estéril de los estímulos: “Ya no funciona, los
mercados ya no responden a ningún incentivo, están en un proceso imparable de
liquidación de activos, se han convertido en una fuerza destructiva".
Entonces ¿qué otra cosa cabía
hacer para evitar el obstáculo en el camino? la respuesta era indigerible para
la opinión pública, un insoportable sobrecoste político: poco o nada se podía
hacer, estábamos de lleno atrapados en el obstáculo, ningún plan podía evitar
un impacto sobre la economía real. Lo que era una certeza en los círculos
académicos, se transformaba en vagos y simplistas análisis por parte de los
diversos gobiernos nacionales que acompañaban de ráfagas interminables de
planes de nombres cada vez más rimbombantes, que si bien podían contribuir en
mayor o menor medida a mejorar la situación, su verdadero fin era desviar la
atención del ardid que ningún político estaba dispuesto a asumir: se estaban
poniendo tiritas sobre una pierna rota. Al menos dos años de recesión global eran inevitables.
Las
crisis dentro de la crisis: la zona euro y la deuda soberana
La Hidra
de Lerna, según
la mitología griega, era una criatura similar a una serpiente. que poseía
numerosas cabezas, cada vez que una de
ellas era cercenada esta era remplazada por otras dos nuevas. Además, contaba
con una respiración venenosa que le hacía extremadamente peligrosa.
La actual crisis económica se ha
caracterizado por ser una criatura venenosa de muchas formas, donde cada una ha
ido dando origen a la siguiente –de la Hidra la leyenda relataba que llegaba a
tener tantas cabezas que tornaba imposible la tarea de cualquier pintor que
quisiera retratarla–. En la actualidad, mientras algunos países emergentes presentan generosas previsiones de crecimiento para 2012 y donde el mismo
epicentro de la crisis, EEUU, anuncia un crecimiento del 2,5-2,9% para este año y de 3,0-3,5% para 2013 (la
cifra esta actualizada según las previsiones del FMI), los países de
la zona euro siguen sumidos por completo en su propia fatalidad: la crisis de
la deuda soberana.
Una crisis, también de índole financiera, con unas
consecuencias políticas y sociales que amenazan los
mismos cimientos del proyecto europeo común, y que a día de hoy sigue sin encontrar una
solución definitiva. La hipotecas
subprime sembraron de desconfianza el sistema financiero mundial, secando el
crédito. Los gobiernos europeos, preocupados por las consecuencias del estrangulamiento,
salieron al rescate de la díscola banca privada. La actual fase se resume en
una cuestión ¿y ahora quien rescata al rescatador?
A principios del siglo XXI, la
implantación de la moneda común exacerbó la sensación –refrendada por cifras económicas y por la inamovible
cohesión que transmitía la UE – de que no existía en todo el planeta un lugar
más fiable y solido donde destinar inversiones. Los índices de bienestar social
confirmaban el idílico momento que vivía el proyecto que nació tras la II
Guerra Mundial en forma de mera alianza
comercial. Algunas cifras incluso permitían proclamar la hegemonía
económica mundial de la Unión Europea
por encima del mismísimo gigante americano.
Los miembros de la UE, en
especial los de la zona periférica,
vivían épocas de gran crecimiento, el contexto de bajos tipos de interés facilitaba las condiciones de acceso al
crédito durante el período de 2002-2008 lo que
impulsaba prácticas de préstamo y endeudamiento arriesgado. La tentación ofrecida por esta fuente de
ahorros impulsó un proceso de desregulación financiera en todos los países, lo
que provocó la creación de burbujas económicas de diversa índole. En cada país
se generó una burbuja que respondía a sus diferentes circunstancias –ya hemos
mencionado que la burbuja inmobiliaria de EEUU provocó la crisis global-, en
Irlanda los bancos irlandeses prestaron su dinero a promotores inmobiliarios
-generando una burbuja de precios inmobiliarios gigantesca, en Grecia el
Gobierno incrementó sus compromisos con los trabajadores públicos en la forma
de sueldos y pensiones a cifras inasumibles, en España la burbuja del ladrillo venía
como anillo al dedo para secundar al sector del turístico.[]
Cuando la crisis financiera de EEUU
estalló, la falta de crédito a causa de la desconfianza comenzó a estallar las
burbujas generadas en cada país, haciendo caer dramáticamente los índices de
crecimiento y los ingresos estatales, lo que acompañado de los
mastodónticos planes de rescate,
elevaron el déficit publico a cifras inasumibles. El asunto resulta paradójico,
el peaje que han pagado los países por rescatar a los bancos es que ahora están
tan endeudados que nadie quiere prestarles a ellos.
Conceptos como prima de riesgo
–un índice que mide el sobreprecio que paga un país para financiarse en los
mercados en comparación con otros países- tan recurrente en las noticias
cotidianas, pueden acabar por convertirse en espesos galimatías para el
ciudadano medio que se pierde en la maraña de lenguaje técnico. No hace falta
alzarse tan lejos, el asunto es muy simple, los países se financiaban a través
de bonos (un tipo de préstamo) a medio y largo plazo, en la actual crisis la
sospecha y la desconfianza han causado que los mercados exijan un interés mucho
mayor para estos “prestamos” a países como Grecia, Irlanda, Portugal o España
de los que no se fían de que puedan devolver el dinero.
Todo vuelve a reducirse a un tema
de confianza. En octubre de 2009, la llegada a la presidencia griega de George Papandreou precipito el anuncio de que
el país tenía un déficit de 12,5% en lugar del 3,7% que había anunciado el gobierno
precedente, además reveló que se había disfrazado el verdadero tamaño de sus
deudas ante la Comisión Europea ¡desde hacía 10 años! Grecia estaba a años luz
de los límites de endeudamiento fijados por el Pacto de estabilidad y
crecimiento para los miembros de la Unión Europea. La impoluta y fiable UE
quedaba herida en su mayor valor, la transparencia y la cohesión.
Los rescates a Grecia primero,
Irlanda después y Portugal finalmente se han ido sucediendo –de hecho en el
caso de Grecia van por el segundo, y Portugal está amenazada de ello- . Los
países no pueden financiarse a través de bonos, los intereses que les exigían
los mercados les resultan inasumibles, así que requieren inyecciones de crédito
del BCE. Aunque países como España o Italia no han requerido aun ser
rescatados, los excesivos intereses que les exigen los mercados hacen
sobrevolar la posibilidad cada poco tiempo para deleite de especuladores
varios.
De
la robustez al caos de las cajas de
ahorro: La crisis financiera en España
“España es la línea roja, el
límite que no se puede pasar. España es el tema que verdaderamente importa, el
10% del PIB de la zona euro”, manifestaba hace un año ,Jim
O'Neill, presidente de Goldman Sachs Gestion
de activos -es decir uno de los pirómanos que causaron la crisis- al respecto
de un eventual rescate de España. Por su peso en el PIB global de la UE, tanto Italia como España, supondrían en caso
de colapso la casi segura desaparición
de la UE tal y como la conocemos hoy en día. Un panorama tan aterrador que
nadie se atreve a estimar lo que supondría en cifras y consecuencias
sociopolíticas.
La
trayectoria y reacción del sistema financiero español ha sido muy distinta a la
del resto de Europa. Cuando en octubre de 2008 los principales bancos del mundo
reclamaban ayudadas estatales para asegurar su viabilidad, el BBVA y el
Santander se aprovecharon del rio revuelto para ampliar su presencia en
mercados claves de Reino Unido, EEUU y Brasil. Mientras Alemania, Inglaterra y
Francia aprobaban nacionalizaciones parciales de la banca, en España la banca
se conformaba con que el gobierno de Zapatero avalara parte de su deuda por valor de
100.000 millones de euros. Y sin embargo, a pesar de que nuestros principales
bancos han seguido presentando holgados beneficios cada año, en las pruebas de
resistencia efectuadas por el Autoridad Bancaria Europea (la EBA) cinco de los
ocho suspensos han sido de entidades españolas -4 cajas (CatalunyaCaixa, Unnim,
la CAM y el Grupo Caja 3) y un banco comercial (Banco Pastor) no consiguieron
superar los mínimos exigidos-.
El
panorama es contradictorio y supone muchas preguntas ¿Qué tiene de diferente
nuestro sistema financiero respecto al
resto de Europa? ¿Era oro todo lo que relucía? ¿Cómo es posible que mientras
nuestros principales bancos presentan enormes beneficios, nuestras cajas
muestren debilidad? ¿Esta nuestro sistema financiero amenazado?
A finales de 2008, los bancos
españoles soportaban estoicamente la tempestad, sin apenas hipotecas ‘subprime’
ni activos tóxicos en su balance –aun así la Reserva Federal de EEUU inyectó
8.000 millones a Santander y BBVA en su plan de ayuda a la banca-, con unas
tasas de cobertura fundamentadas en amplias provisiones genéricas, su buena previsión
les permitía afrontar ambiciosas políticas de expansión y diversificación en
los mercados internacionales. A nadie le extraño que el Santander consiguiera
completar antes de final de año la absorción del Sovereign Bank, una importante entidad del norte de EEUU con 90.000
millones de dólares en activos y 750 sucursales, que junto a la adquisición de la red de oficinas de
Bradford & Bingley (Reino unido) le permitieron convertirse con 8.876
millones de euros de beneficio en el tercer banco del mundo por resultados.
Por su parte el BBVA inició el sólido
empeño de crear una franquicia unificada en EEUU a través de la compra de
varios bancos claves, entre ellos el Texas State Bank –integrado en septiembre
de 2008-, y el LNB (antes Laredo
National Bank). Mauro Guillen, sociólogo de la Yale University, descifra las
claves de la supuesta inmunidad de los
bancos españoles: “Son bancos fuertes que se han beneficiado de posibles
compras en un momento en el que los precios de los activos bancarios son muy
bajos. Son sólidos y están bien capitalizados y supervisados por el Banco de
España”
A pesar de la valiente política
de expansión, ni el Santander ni
el BBVA consiguieron salvarse del
desplome de las cotizaciones bursátiles a finales de 2008. El primero calló un
51,1%, pasando de los 13,79 euros por acción al terminar 2007 a los 6,75 euros
por título en la última cotización de 2008. El BBVA, perdió un 48,3%, pasando
de los 16,76 euros por acción a los 8,66 euros en el mismo periodo. No
obstante, las fuertes caídas bursátiles no impidieron que se convirtieran en los
bancos europeos que menores descensos padecieron, sólo superados por el
británico HSBC, que perdió solo un 21,4%
El excepcional estado de forma de
nuestros dos principales bancos privados quedó retratado –desde el punto de
vista mediático- en la firma de sendos acuerdos de patrocinio de competiciones
deportivas de alto nivel. El BBVA firmó en 2008 un acuerdo con la federación
española de futbol para patrocinar la competición nacional –la primera división
recibe la designación del nombre del banco-, y desde 2010 patrocina a la NBA como banco oficial en
Estados Unidos –acuerdo por 100 millones de dólares-. El banco Santander tampoco quiso ser menos, a
través de una potente inversión en la Fórmula 1, desde hace dos años es el
patrocinador principal de cuatro de los Grandes Premios más importantes de la
Fórmula 1 (Italia, Reino Unido, Alemania y España), y con amplia presencia en
los de Europa y Brasil.
Los dos grandes bancos rivalizan, incluso, por hacerse con los patrocinios deportivos de mayor relumbron |
¿Cómo es posible entonces que en las
pruebas de resistencia, la banca española recibiera cinco de los ocho suspensos?
La repuesta marcha por dos vertientes. Primero habría que diferenciar que si
bien nuestra banca comercial por su diversificación geográfica –la gran parte
de los beneficios de estos últimos años vienen de sus filiales fuera de España-
ha podido eludir la crisis financiera, no le ha ocurrido lo mismo a nuestra
banca media (cajas y pequeños bancos) que se ha visto gravemente expuesta ante
el estallido de la burbuja inmobiliaria. Manuel Romera, profesor del IE Business
School, profundiza sobre la brecha entre la gran banca española y la mediana:
“Los grandes bancos pueden minimizar riesgos, sin embargo hay otros bancos y
cajas españolas que dependen demasiado de España y, con ello, de su gran riesgo
inmobiliario en el impago de hipotecas y de financiación al consumo”.
La otra razón se sitúa en algo muy
mencionado en este artículo: la desconfianza. En las pruebas de resistencia
bancaria se establece la salud de los bancos a través de técnicas de simulación
que determinen la estabilidad de las entidades. Se trata de meras simulaciones,
realizadas con el fin de demostrar transparencia.
España presento 25 entidades –más que ningún país- con la intención de lanzar
el mensaje de que su sistema financiero seguía siendo solvente –de hecho a
pesar de los cinco suspensos, en el cómputo se obtuvo un notable y no fue
necesario recapitalizar ninguna
entidad-. Y es que el problema de España nace del recelo a que sus datos no
sean más que artificios. “Parte del problema está en que las autoridades han
sido poco transparentes respecto a la situación real de las cajas, y eso parece
que está mejorando ahora, aunque tampoco es perfecto y debería acelerarse”, manifestó
recientemente Jim O'Neill, presidente de Goldman Sachs.
El epicentro del
problema español: las cajas de ahorro
Las cajas de ahorro españolas por su
vinculación con los diversos gobiernos autonómicos, asumieron operaciones de
dudosa rentabilidad y elevado riesgo en el contexto del negocio inmobiliario. A
pesar de no contar con activos tóxicos de las hipotecas suprime, la sequia del
crédito mundial les golpeo de lleno provocando el estallido de la burbuja del
sector de la construcción española. En total, el sector inmobiliario adeudaba, según una estimación de 2010, un importe aproximado de 325.000 millones de
euros a las entidades financieras, la mitad del cual está asociado a la compra
de suelo. Tal cifra, añadido al impago masivo de las hipotecas, ha asfixiado
al sistema financiero español hasta el punto de requerir importantes recapitalizaciones que cubran los
activos “tóxicos”.
No es que todas las cajas se comportaran imprudentemente, muchas
intuyendo la explosión de la burbuja
inmobiliaria decidieron que ya habían
ganado suficiente, que era momento de vender su participación inmobiliaria.
El Sabadell por ejemplo, en el año
2006, vendió el grupo Astroc -un grupo
inmobiliario bajo su proyección- por la cifra de 987 millones de euros. No
obstante, con
vender sus grupos inmobiliarios, las entidades no pudieron desligarse por
completo del negocio, pues habían financiado a
constructoras y habían concedido préstamos con garantías de baja calidad.
En un primer momento, a razón
de los mismos fondos de previsión que han permitido al BBVA y al Santander
acometer sus políticas de expansión –el Banco de España hizo bien su trabajo de
regulación-, las cajas de ahorros pudieron soportar los altos índices de
morosidad sin alcanzar el colapso. Sin embargo las “provisiones” no han podido
sostener mucho más la situación, si en el 2008 el sistema bancario español se
distanciaba del resto de Europa al no necesitar acceder a paquetes de estimulo
de gran magnitud, en la actualidad las
cajas llevan a cabo, desde hace dos años, radicales procesos de restructuración
que exigen importes aportaciones de las arcas del estado.
Las dificultades
para financiarse de España -la elevada prima de riesgo-, proceden de que los
mercados no alcanzan a calcular el precio definitivo de la recapitalización
completa de las cajas de ahorro y del resto de la banca mediana. La gente no se
cree los datos oficiales de la deuda española.
Aunque tenemos un nivel de deuda pública bajo en comparación con otras
economías avanzadas - 53% del PIB en 2010, más de 20 puntos menos que Alemania,
Francia o Estados Unidos-, muchos fondos de alto riesgo creen que la cifra real
es, al menos, dos veces superior a la oficial porque asumen que, tarde o
temprano, parte de la deuda privada
deberá ser asumida por el sector público.
Y eso es lo que en cubierta pretende el
proyecto de restructuración bancaria iniciado en el 2009 por el gobierno
socialista. Un proceso forzado de concentración de cajas que ha permitido pasar
en solo un año de 45 cajas a 15, y que
podría verse aun más reducido si el recién elegido gobierno de Rajoy inicia una nueva oleada aun más profunda –así se lo
recomienda algunos analistas financieros-.
Esta primera ola de fusiones ha sido
coordinada desde el FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), dotado con un capital inicial de 9.000 millones de euros con capacidad
para endeudarse de hasta 10 veces este
capital, a cuenta de las arcas del estado español. Tras evaluar la situación
económico-financiera de las entidades, el FROB recomienda la solución más
adecuada para reestructurar su capital, a través de fusiones o absorciones con
otras cajas. En cualquier caso, el proceso que se decide requiere, o bien la
bancarización –buscar inversores privados-, o bien acceder a dinero del mencionado Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria para
acometer la recapitalización de parte de las entidades.
En
los casos de extremada gravedad, problemas de liquidez inmediata, el Banco de
España ha tenido que proceder a la intervención de las entidades, acogiéndose a
este fondo especial. De hecho la puesta en marcha de esta reforma fue
precipitada por la nacionalización en marzo de 2009 de Caja Castilla-La Mancha. Sin embargo, la
manchega no ha sido la única caja intervenida, ni parece que será la última. Asumiendo
el impacto mediático que conllevan estas
nacionalizaciones –en la actual tendencia neoliberal, el propio termino de nacionalización
se asocia erróneamente al típico aspaviento de republica bananera-, varias entidades no han tenido más remedio
que ceder el control al Banco de España, entre ellas: CajaSur, Caja Mediterráneo (CAM) y Novacaixagalicia (tras
una fusión previa de Caixa Catalunya y Unnim).
Según el gobierno saliente, el
proceso de fusiones ha desembocado en un satisfactorio ejercicio de transparencia,
hemos sacado la basura y la hemos colocado en su respectiva bolsa –que se lo
digan a Bankia (resultado de la fusión fría de Caja Madrid, Bancaja, La Caja de
Canarias, Caixa Laietana, Caja de La Rioja, Caja Ávila y Caja Segovia) que ha
creado un “banco malo” donde ha colocado sus activos tóxicos-. Sin embargo son
muchos los claroscuros que deja la restructuración, empezando por el coste que está
suponiendo para el ciudadano –tanto económico como social-, así como la incógnita
de si será necesaria una segunda oleada de fusiones. Para comprender las
consecuencias de la reforma hay que entender primero el rol y la función de
este tipo de entidades.
Esquema de las fusiones producidas de 2009 a 2010 |
Las cajas de ahorro, en los términos establecidos
por la legislación española, son entidades de crédito que no pueden generar
beneficios –lo cual no evita que los sueldos de sus directivos sean equiparables
al de los bancos- con una finalidad social registrada en el Real Decreto Ley
11/2010. En teoría su función social esta canalizada en la exigencia de centrar
su negocio en la financiación de las familias y de las pequeñas y medianas
empresas, es decir facilitar el crédito a la economía más cotidiana.
Si su público recomendado son las familias y las
pequeñas empresas, si no tienen ánimo de lucro, ni poseen accionistas ni pueden repartir
dividendos, ¿por qué se han visto envueltos en las arriesgadas operaciones de
la construcción? La razón esta, en que a pesar de sus peculiaridades, se trata
de entidades obligadas a actuar bajo criterios puros de mercado para poder ser
competitivos, y para ello terminan por asumir los mismos riesgos que las
entidades comerciales. La solución más obvia seria que sacrificaran su competitividad
en pro de su proyección social, lo cual conllevaría dejar de lado las codiciosas practicas de la banca
privada.
Pero nadie parece por la labor de tal acción. Al
contrario, las cajas cada vez más subordinadas a las exigencias del mercado,
desvirtúan su verdadero rol hasta reducirlo a un esbozo. Un ejemplo muy
descarado y mediático –por otra parte muy habitual- fue el que protagonizó Caja
Madrid en 2009, cuando en medio de la sequia de préstamos concedió un crédito de 152 millones al club de
futbol Real Madrid, empresa que no puede ser catalogada precisamente de pequeño
empresario o de humilde ahorrador.
Por otra parte las cajas de ahorro completan,
aunque en la mayoría se reduce a esta labor, su proyección social con el
desarrollo de las respectivas Obras sociales. A
diferencia de otras entidades de crédito, las cajas están obligadas a
destinar un porcentaje de sus beneficios a su obra social, así parte de los beneficios obtenidos revierten en
proyectos de integración social, becas, actividades culturales, conservación
del patrimonio histórico y artístico nacional. De esta forma cada entidad
desarrolla las iniciativas sociales y culturales que su Consejo de administración
decide, dando prioridad a aquellas focalizadas en su ámbito territorial.
La implantación de la reforma financiera sembró de
incógnitas el futuro de las obras sociales, lo que parecía claro es que
acompañando a la reducción de la inversión de los últimos años -un descenso del
17,7% de 2009 a 2010-, las fusiones de cajas lo primero que iban a conllevar es
la diminución o perdida de la diversificación territorial que suponía su más
valiosa característica. Sin embargo, el panorama se ha revelado aun más
desolador de lo que cabía esperar, las fusiones suponen, en muchos casos, la
bancarización de parte del capital de las cajas de ahorro –búsqueda de
inversores privados- es decir la entrada
de accionistas que reclaman beneficios en porcentajes que van del 20% al 30%. Este
reparto de beneficios implica una disminución proporcional de la obra social.
Cuando el nuevo accionista es el FROB –si se inclinan por acceder a fondos
públicos en vez de buscar capital privado- la situación es mucho peor, pues los
beneficios, casi al completo, van dirigidos a la devolución de la aportación.
Afortunadamente en el caso de La Caixa, ejemplo internacional por su prolífica labor cultural, y las cajas vascas van a poder seguir con un modelo muy parecido al actual, aunque con una disminución apreciable de presupuesto. El resto de las obras sociales deberán repensar su futuro si quieren seguir existiendo, en muchos casos tendrán que recurrir a la financiación mixta de las actividades, lo que se traduce en que se autorizaran proyectos en función de su rentabilidad, una estocada a la esencia de estas obras.
Afortunadamente en el caso de La Caixa, ejemplo internacional por su prolífica labor cultural, y las cajas vascas van a poder seguir con un modelo muy parecido al actual, aunque con una disminución apreciable de presupuesto. El resto de las obras sociales deberán repensar su futuro si quieren seguir existiendo, en muchos casos tendrán que recurrir a la financiación mixta de las actividades, lo que se traduce en que se autorizaran proyectos en función de su rentabilidad, una estocada a la esencia de estas obras.
La otra gran característica de las cajas de
ahorro es su fuerte raíz local y su íntima relación con los gobiernos autonómicos.
La Asamblea General –quien toman las
decisiones- está formada en un 40% por las Corporaciones Municipales en cuyo
término tenga abierta oficina la entidad,
44% por los impositores de la caja; 11% por las personas fundadoras de
la caja y 5% por los representantes de los empleados trabajadores en la caja. El
núcleo de decisiones corre a cargo de consejeros elegidos por los gobiernos autonómicos,
lo que significa que las cajas se ven arrastradas a las mismas temerarias y desastrosas gestiones
que ellos predican.
Las cajas asumieron el negocio de la construcción
de la mano de los gobiernos locales, embarrándose en la misma corrupción y abonados
a los mismos riesgos excesivos. Los ejemplos de catastróficas administraciones
–en mayor proporción en las zonas con exposición al sector inmobiliario-
abundan por toda nuestra geografía, pero si hay un caso especialmente
ilustrativo es el de la CAM.
El pasado julio, la Caja el Mediterráneo (CAM)
fue intervenido por el BdE ante sus acuciantes problemas de solvencia y
liquidez. Su nacionalización puso punto
final a una historia de excesos y corrupción. Desde el año 2000, la CAM
concentró todo su afán en multiplicar su volumen de negocio a costa de una
potente apuesta por el negocio del ladrillo -en
solo tres años (2003 a 2005) duplicó su tamaño hasta convertirse en la
cuarta caja del país por volumen de activos-. Del total de créditos que
concedió en la última década, el 30% fue a parar al sector de la construcción o
derivados. Algunas de estas inversiones, tenían un riesgo tan alto que el Banco
de España desaconsejó en varias ocasiones su implicación: en 2009 -cuando los
mercados ya atravesaban turbulencias- la CAM se hizo –a pesar de las
advertencias del BdE- con la hipotecaria mexicana Crédito Inmobiliario, previo
pago de cerca 300 millones de euros.
Acompañando su temeraria expansión, la caja se permitió
los excesos de financiar grandes e insolventes inversiones, como el parque temático Terra Mítica, que 11
años después el balance del parque se resume en sus 70 millones de deuda, que respondían
meramente a decisiones políticas del
gobierno autonómico valenciano.
Riesgos, expansión descontrolada,
irresponsabilidad política, términos muy afines a la burbuja inmobiliaria, junto a los cuales no podría nunca faltar la
corrupción y el desfalco. Entre 2004 y
2010, la CAM concedió préstamos en condiciones favorables a consejeros
y miembros del consejo de administración del banco. Algunos créditos se llegaron
a autorizar a un 0% de interés. Un total de 161 millones fueron repartidos en
avales o garantías personales a través de empresas que controlaban e incluso de
familiares en primer grado.
La reforma financiera, la actual y la que pudiera
acometer el PP en un futuro, tiene la función de sacar a la luz la deuda real
de las cajas de ahorro. Los mercados desconfían de la cifra oficial del déficit
español, pues entienden que eventualmente parte de la deuda privada deberá ser
asumida por el sector público. En la coyuntura actual, el Banco de España lo
que está haciendo es asumir paulatinamente la deuda privada de la banca.
¿Cuál será el precio final? los ciudadanos, con
nuestros impuestos, estamos pagando los excesos de la banca, a base de una
recapitalización que no es sino sanear su deuda a costa de las arcas del
estado. Todo con el fin último de recobrar el crédito para comenzar a regar la
economía real. Sin embargo, a pesar de todo el capital destinado, aun no parece
haber atisbos de que el grifo vaya a abrirse a corto plazo. Los bancos y las
cajas aceptan encantados el rescate, lo que llevan peor es devolver el “favor”.
Si bien todos los analistas económicos están de
acuerdo en que esta crisis mundial es producto de la excesiva desregularización
financiera, lo cierto es gran parte de las medidas para solaparla están yendo en
el sentido contrario. El proceso de restructuración de las cajas españolas es
una iniciativa de corte neoliberal, ya que implica la bancarización –la
inclusión de accionistas privados- en parte de las entidades. Se trata además
de una operación que no contempla solucionar las fisuras que han permitido
descalabros del tipo de los causados por Caja Mediterráneo.
Desde hace diez años el papel social de las cajas
ha quedado reducido a un burdo y desdibujado esbozo, donde las exigencias del mercado han diluido la
exigencia de priorizar el negocio hacia los pequeños ahorradores y las
familias. Sin embargo, en vez de aprovechar la restructuración bancaria para
rectificar las malas prácticas, se ha preferido recurrir a recetas aun más desreguladoras. La
bancarización de parte de las cajas pone en jaque el eficiente y exitoso modelo
de patrocinio social y cultural llevado a cabo por las Obras sociales. Las
reformas financieras proyectadas están dejando escapar la ocasión de revertir algunos
de los vicios que nos han sumergido en esta
crisis.
Los pirómanos financieros han alimentado el fuego
hasta que se ha descontrolado. Ahora el ardid que nos quieren imponer, es que
la única solución para apagar el fuego es echar aun más fuego.
César Cervera Moreno
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