Cómo todos sabemos, la crisis económica tiene sus orígenes en el sector inmobiliario. Durante los últimos años, los bancos han otorgado préstamos hipotecarios a diestro y siniestro con riesgo a una insolvencia que ha tenido que acusar finalmente. El riesgo de no pagar no se contrarrestaba con la posición de los bancos que veían en la ya conocidísima ‘burbuja inmobiliaria’ un gran negocio de expansión, donde para obtener liquidez transformaron en acciones los créditos.
El origen geográfico comienza en EEUU. En 1998, se produjo una innovación financiera en que consistía en que los fondos para generar préstamos hipotecarios para adquirir propiedades inmobiliarias, ya no provenían solo de fuentes locales sino que podían comerciarse mediante la bolsa, generando que inversores extranjeros puedan invertir en este tipo de activo financiero. En otras palabras, inversores extranjeros colocaban dinero para que este pueda financiar la compra de bienes inmuebles por parte de familias o individuos de EEUU.
Alba Esteban
Inicialmente estos préstamos eran un monopolio de bancos, pero cuando llega la competencia, las instituciones comienzan a buscar alternativas más rentables en la inversión de bienes inmuebles, para darle más rendimiento a su cartera de clientes.
Para fomentar la economía en el 2001, la reserva federal (FED) bajo de forma considerable el tipo de interés (el equivalente del EURIBOR en Europa), de 6% a 1.75%. El sector inmobiliario comienza a crecer hasta 2004. Pero los bancos cometieron el error irreparable de conceder como hemos dicho anteriormente, conceder hipotecas a familias con rentas muy bajas y con un tipo de interés variable, aunque bajos al principio. Las condiciones del contrato eran muy malas y comenzaron a llamarse ‘hipotecas subprime’ o ‘hipotecas basura’.
Estas hipotecas buscan otorgar créditos a individuos cuyo nivel de ingresos era relativamente bajo como para concederle un préstamo tradicional. Al tener mayor riesgo, la tasa que pagan es mayor a la de aquellos individuos que al pedir un crédito califican para recibir los préstamos tradicionales. De esta forma lograban darle rentabilidad a los fondos líquidos disponibles de inversores de todo el mundo.
La premisa de los inversores era 'los precios de las propiedades inmobiliarias están destinados a subir, si las personas que reciben el crédito no pueden pagarlo, entonces que se vendan las casas y yo recupero lo invertido.' Pero todo fue un error de análisis sobre el mercado financiero.
La burbuja inmobiliaria crecía y el miedo a que explotara hizo que la FED subiera en 17 ocasiones el tipo de interés hasta alcanzar en 2006, el 5,25%. Pero ya era tarde y se había producido el desastre. Las caídas en las bolsas de las empresas inmobiliarias, impagos y la caída libre en venta de pisos fueron el resultado del estallido de la burbuja, que contamino también a Europa, donde algunos países siguen teniendo graves problemas.
El resultado a esta crisis que sufrimos todos ha sido una fuerte caída de precios en Estados Unidos, primero y luego en los demás lugares del mundo. Ha sido la caída más grande de los últimos 18 años de la gran potencia, y más del 15% sólo en un año. Nadie podía imaginar las condiciones financieras que hoy, en 2012, afectan a nivel mundial y en especial, a algunos países como el nuestro.
En el 2002 el volumen de créditos ‘subprime’ representaba el 7% del mercado hipotecario, en el 2007 era del 12,5%. Sería un porcentaje relativamente bajo si no tenemos en cuenta que los bancos, a su vez tomaron deuda para invertir en estas hipotecas. La razón de las decisiones que se tomaron fue la gran confianza que sugería el mercado inmobiliario de EEUU. Esto es que si el mercado inmobiliario funciona correctamente y de forma beneficiosa, todo son resultados positivos. Pero si comienzan a bajar, el inversor pierde porcentajes inimaginables por un pequeño descenso y ahí radicó el problema.
Los mercados también son psicológicos. En épocas buenas las expectativas pueden verse demasiado eufóricas aunque los peores casos son cuando las expectativas son negativas, las caídas o ajustes son violentos, con pánico. Las instituciones involucradas en las inversiones se enfrentan a varios problemas: los inversores quieren recuperar su dinero y a su vez los prestamistas no quieren seguir financiándolos.
En 2012, la crisis ya es mundial. Al ser un mercado global, los problemas han emigrado rápidamente. España es uno de los países más perjudicados, sobre todo en el sector laboral debido como origen al hundimiento del sector de la construcción. En nuestro país, el número de morosos alcanza ya los millones de personas, el impago de la hipoteca sigue subiendo, el precio de la vivienda bajando, y los efectos colaterales se hacen sentir, cuando ya alcanzamos notablemente los cinco millones. Analizaremos la evolución de la Bolsa en los últimos años para intentar resolver la incógnita que nos planteamos todos: ¿Hemos tocado fondo?
La preocupación, incertidumbre y el desconcierto esta ya instalados en todos los mercados del mundo. La intensa cohesión que existe entre los mercados globales implica que una crisis desatada en cualquier lugar del planeta tenga inmediata influencia la economía de cualquier país, primero por el lado financiero y luego formando parte de la economía real de todos los individuos que la conformamos.
Desde agosto del 2007, desde donde la crisis comenzó a repercutir en el mercado accionario entre otros, hubo economistas que no le dieron importancia a la situación argumentando que la crisis estaba aislada a EEUU solamente y que representaba una porción menor del mercado crediticio.
Gran riesgo en los mercados
Los últimos años en los mercados internacionales se han caracterizado por reflejar una lógica de apetito por el riesgo. Una vez que el análisis económico de la economía mundial se manifiesta en forma positiva, básicamente uno de los mecanismos para tomar ganancia de un mundo creciente es tomando prestamos en Japón (con tasas rondando el 0.5%) y colocarlo en diferentes activos financieros del resto del mundo donde pueda tomar ganancias apalancado. Es decir, utilizando el dinero prestado para incrementar en altos niveles mi inversión inicial. Este proceso se denomina “carry trade” y algunos autores señalan las bajas tasas de Japón como las grandes causantes de distorsiones de precios, tanto en mercados inmobiliarios (EEUU, Inglaterra), como en las acciones de los principales países.
La confianza se fue retroalimentando al punto que el negocio parecía continuar y no tener fin. Esta misma lógica produjo una depreciación del yen, es decir al salir dinero de Japón para financiar la compra de otros activos financieros, hay que vender los yenes para comprar las demás monedas. A su vez este apetito por el riesgo también se vio reflejado en el comportamiento de los índices bursátiles como el Standar and Poors, Dow Jones, etc.
Cuando la fase de confianza y de apetito por el riesgo termina, comienza la liquidación de estas posiciones bajo el procedimiento explicado. La aversión al riesgo implica que los inversores venden sus acciones o liquidan sus inversiones en los activos que eran más prometedores y devuelven sus préstamos a Japón (por ejemplo), con lo cual provocan una demanda de yenes que termina apreciando la moneda respecto a todas las demás. Entre los aspectos a remarcar de este proceso es la violencia o rapidez con que se suscitan. Las caídas en los mercados accionarios son cada vez peores. Ene stos momentos, muchos autores coinciden de que no es un mero ajuste para seguir avanzando sino que es un comienzo de una tendencia negativa de largo plazo.
Mucho se ha hablado del dólar, donde se coincide que su pérdida de valor es real respecto a otras monedas como el euro, ahora también en crisis, o el yen. En siguiente gráfico vemos la relación que existe entre las mejoras en el déficit de cuenta corriente de EEUU y las recesiones han ido sucediendo. Dos de los tres círculos reflejan las mejoras del déficit que fueron seguidos por un crash en el mercado accionario (1987 y 2000), dejando la incógnita para el último círculo, que es la crisis actual.
Según la opinión de George Soros: “Actualmente hay una preocupación por la recesión mundial, pero la suposición general es que es una recesión como cualquier otra, el hecho de que esta fase recesiva sea una declinación de un ciclo de largo plazo, no está en los análisis. Todas las recesiones que existieron luego de la segunda guerra mundial ocurrieron mientras el ciclo del crédito estaba en expansión, pero la recesión que actualmente estamos o no enfrentando ocurriría cuando la capacidad de préstamo en la economía real se está contrayendo. Esto crea una situación que no tiene precedentes en la historia.”
Si algo han enseñando las crisis de los mercados a lo largo de la historia es que el futuro nunca se puede predecir a ciencia cierta, existen analistas y asesores que tienen enfoques que van de un extremo al otro. Solo hay que estar preparados y tener un plan de acción ante distintos escenarios ya que en esta etapa de la globalización nadie es inmune a las crisis mundiales, por más remoto o lejano que sea el lugar de origen.
Similitud con la crisis de 1929
Desde que empezara la nefasta época de los mercados, allá por 2007, el Dow Jones comenzó una misma tendencia que en la crisis de 1929.
En 1929 el índice industrial de la Bolsa de Nueva York bajó un 32,3%. En 2008 el Dow Jones ha perdido un 36,0%, y todas las principales Bolsas del mundo han superado las pérdidas bursátiles del 29 (el Ibex35 -39,4%, y el récord es Rusia -67,8%).
Pero también este año comenzó con un alivio en la Bolsa aunque otros aspectos de la economía hacían agua. Es el caso del comienzo de la quiebra de las Cajas de Ahorro en España. Casi todos los analistas apuntaban que ante la crisis estructural que se nos avecinaba era una consecuencia que tenía que ocurrir.
El miedo difundido por parte de los medios dio lugar a una enorme influencia en los acontecimientos que desencadenó en una crisis bastante acelerada. Los años 2010 y 2011 trajeron unas drásticas caídas en las bolsas, algo que también se puede asemejar a la crisis del 29. Expertos contemplan la posibilidad de que este año que entra sea por fin el suelo de la crisis, como en tu tiempo lo fue 1930 o 1931 en la crisis del ‘crash’.
Pero el descenso de las bolsas ha sido mucho más brusco que en el ‘crash’ del 29 y estamos ahora más cerca del final, teniendo en cuenta los niveles de diferencia entre estos 80 años y alguna variación temporal ya que esto no es una ciencia exacta.
Lo que si podemos constatar son los datos tan similares que ha dado resultado la evolución del Dow Jones en los últimos cinco años y el vivido en los cinco años previos al gran ‘crash’ del 29.
Según esta gráfica elaborada por Comparativa de Bancos lo peor vendría encuadrado en los años 2010 y 2011, cómo hemos podido señalar antes, pero lo peor está aún por llegar. Estas teorías están defendidas por varios economistas que se muestran muy críticos con el sistema financiero actual.
Como se puede observar, la evolución del promedio del índice Dow Jones, primo hermano del IBEX 35 en Estados Unidos, desde el año 2003 hasta el año 2008 coincide exactamente con la evolución sufrida por este indicador desde el año 1925 hasta el año 1930. Continuando con una gran caída del valor en los próximos años.
Esta evolución es la que sufrió el índice hace 80 años, pero como comentaba anteriormente, actualmente contamos con medios de comunicación mucho más avanzados, lo cual podría acelerar el proceso y conseguir que el miedo derrumbe el sistema financiero.
Los recuerdos hacia 1929 son evidentes. Galbraith vaticinó es que la crisis no se acabó con el ‘crash’, y a pesar de la nueva política y las alentadoras palabras de los dirigentes, en Estados Unidos el empleo se redujo un 25% del 1929 al 1933. El ’crash’ no fue una anticipación de esta fuerte recesión, más bien fue un factor detonante de dicha recesión. Entonces habría que preguntarse: ¿por qué esta crisis se agudiza tanto después de nuestro propio ‘crash’?
En 1933, se dio paso al ‘New Deal’, política de Roosevelt ante el fracaso de los mercados y la caída de la demanda privada. Sería una gran similitud con esta crisis donde los Gobiernos, en especial, la organización supranacional europea (Unión Europea), han tenido que endurecer la economía y donde el gasto público debe impulsar la demanda agregada. En 2008, cuando dimos buena cuenta del comienzo de la crisis, Keynes volvió a las cabezas de los dirigentes, hasta en jefes de gobierno novatos como Barack Obama y un largo etcétera.
El ‘crash’ del 29 abrió un periodo de proteccionismo. En tres años, el comercio internacional disminuyó un 65%, lo que imposibilitó que la recuperación se apoyase en la exportación. Más perniciosas fueron las políticas de empleo e industriales que favorecieron el aumento de precios y de salarios reales en diversos sectores industriales en Estados Unidos. El New Deal tuvo un importante elemento de favorecer a las empresas interiores. Pero, ¿En esta crisis mundial, donde las empresas funcionan a nivel global, y vuelven a vislumbrarse fogonazos de proteccionismo, favorecerá el cierre de las exportaciones la economía nacional de países como España?
La recuperación de 1929 fue lenta y débil. Todos nos estamos preguntando en estos momentos como será la solución de la crisis que impera el mundo. La ‘Gran Depresión’ duró diez años. Pero todos esperamos que no sea una década lo que estemos pendientes de los mercados. Será difícil.
Ante este escenario es muy complicado asesorar en inversiones ya que, si bien el interés a largo es cada vez menor y hay que aprovechar cuanto antes, el miedo a una crisis total no invita a comprometer el capital durante tanto tiempo. Para ello, una estrategia para invertir en crisis es una buena alternativa, de modo que podamos reaccionar rápidamente ante cualquier suceso.
La situación actual puede ser incluso peor debido a la gran crisis hipotecaria y la superproducción que tenemos hoy día por lo que por mucho que oigamos en medios de comunicación, nadie sabe exactamente qué pasará y la verdadera magnitud de lo que se nos viene encima.
Tanto a principios del siglo XX, como del siglo XXI, la innovación financiera ha permitido inversiones a largo plazo, afrontar y diversificar riesgos a inversores y ahorradores. Con todo esto se ha contribuido tanto al ‘boom’ como al ‘crash’.
En 1929, al caer los precios de las acciones, los "innovadores financieros" tuvieron que hacer frente a sus deudas y responder a clientes de fondos impacientes, y no pudieron hacer otra cosa que vender de forma indiscriminada sus activos. A principios del siglo XXI, la innovación financiera ha sido más sofisticada y globalizada pero la premisa ha sido la misma: la Bolsa se ha desplomado en el ‘crash’ y ha subido en el ‘boom’. Tanto en periodos de ‘boom’ como de ‘crash’ financiero, la Bolsa no cumple su tarea de diseminar la información sobre el valor relativo de las empresas.
¿Por qué la Bolsa no remonta tan fácilmente? El problema es que no hay capacidad de compra. Así se puede argumentar que la Bolsa de Nueva York a principios de los años 30 del siglo pasado sufría de una subvaloración de activos generalizada, y lo mismo se puede argumentar de muchas Bolsas (incluida la española) a principios del 2009.
El problema es el contagio. Esta misma crisis afecta a todos los aspectos de la economía, lo hace al valor de las empresas porque sus activos están directamente ligados a la evolución financiera, sus ventas dependen de la situación global de la economía, sus políticas de empleo dependen de la situación del mercado laboral, y la misma productividad de las empresas no es independiente de la crisis. Ante esta situación, la incertidumbre de no saber cuáles son los activos más valorizados hace que no se arriesgue nadie a poner en marcha de nuevo la economía. Se ha pasado de un panorama de ‘hiper-riesgo’ a un ‘miedo’ al mercado de valores.
La solución a este panorama de recesión necesita una política económica decidida. El sector público, en grave déficit, esta vez no podrá defender a la economía privada. Los Gobiernos pueden acometer tareas pendientes que corresponden al sector público, pero ni tienen mejor información que el sector privado para saber en qué es necesario invertir, ni incentivos para hacerlo adecuadamente y, a fin de cuentas, el gasto público debe pagarse con impuestos privados. La única función que se espera de ellos es que recuperen la confianza de consumidores e inversores y puedan reducir la incertidumbre de aquellos que temen perder como han perdido hasta ahora. Por ello, debo decir que, aunque con similitudes, la crisis acuciante que arrasa el planeta no podrá aplicar las mismas soluciones que en 1929.
La peculiaridad de la crisis actual es un problema que no existió en 1929: la globalización. No sólo ha afectado prácticamente a todas las Bolsas, sino también a todos los mercados de activos, sean acciones, bonos, viviendas u obras de arte. Todos los precios han caído de golpe. Esto hace pensar que la crisis que nos rodea será peor que ninguna que ha venido hasta ahora.
La mayor liberalización del comercio internacional, la regulación de los mercados financieros, el facilitar el crédito o reducir impuestos, pueden ayudar a recuperar la confianza, el consumo y la inversión. Pero muchos de los planes de inversión pública no pueden llegar a eso. Las condiciones laborales cada vez son peores y el Gobierno, en el caso español, no puede dictaminar una reforma laboral acorde a las necesidades de la población. La premisa fundamental, recuperar la confianza, y a menos tardar.
Evolución en la Bolsa española
España comenzó el ‘boom’ de la construcción a mediados de la primera década del segundo milenio. Pero sólo fueron 16 meses lo que duró la buena esperanza. Ese tiempo fue el éxito de las inmobiliarias en Bolsa. Fueron las grandes estrellas del parqué pero cuando aún en la cúspide generaban más y más beneficios, comenzó su declive y actual hundimiento. Los inversores fueron los hombres y mujeres más felices de la faz de la tierra durante este periodo. Muchas alegrías, beneficios, pero que han quitado el sueño a otros tantos en la carrera bajista que iniciaron hace unos años y que parece no encontrar suelo (ni ficticio ni real).
“El cambio macroeconómico en las previsiones para España, la subida de los tipos de interés y el ajuste que estamos viviendo en el sector residencial han hecho que 2007 fuera un ejercicio en el que se vieron grandes penalizaciones en la cotización de las inmobiliarias en bolsa”, según recuerdan los expertos de Fortis en un informe .
Los valores en Bolsa eran escandalosos. La mitad del valor de las empresas inmobiliarias circulaba en la bolsa española durante su época dorada. Si tomamos como referencia finales de 2006, con numerosas salidas a bolsa, las inmobiliarias cotizadas incluyendo a Sacyr Vallehermoso, han pasado de valer cerca de 50.000 millones de euros a casi la mitad, 28.000 millones. Todas han perdido peso.
Colonial es una de las más perjudicadas. Con 5.000 millones de euros de valor, llegó a cotizar algo más de 1.000 millones y es que el valor de su acción se posicionó por debajo de un euro. Sus intentos frustrados de vender la compañía a General Electric o al fondo estatal de Dubai no hacen bien a esta empresa, que no pudo llegar a un acuerdo con sus bancos acreedores. Finalmente, fueron los bancos acreedores los que han canjeado con Luis Potillo su 25% del capital de la inmobiliaria a cambio de canjear sus deudas.
La caída de la industria tecnológica entre 2008 y 2009 y el desplome del ladrillo hicieron que muchas empresas muy bienaventuradas en la época cayeran a la nada más profunda. La víctima más conocida es Terra, pionera en España sobre servicios de Internet. En cuanto al ladrillo, Astoc es la compañía más afectada. Una empresa que salió prácticamente de la nada y que llegó a subir más de un 1.000% a menos de un año de su salida a bolsa pero vio con idéntica rapidez como se desinflaban estas ganancias. Precisamente, fue este desplome lo que comenzó a generar desconfianza en este sector. Las acciones llegaron a caer más de 40%.
Otro caso de depreciación es el de Fadesa. El empresario gallego, Manuel Jove, decidió que el año 2004 era un buen momento para salir a bolsa aprovechando que el sector del ladrillo estaba en un momento dulce. Sólo en su primer día en el parqué, el 30 de abril de 2004, las acciones subieron más de un 4% convirtiéndose en la segunda mayor inmobiliaria cotizada sólo por detrás de Metrovacesa. En septiembre de 2006, antes de que estallara la burbuja, vendió el 54% que le quedaba a Fernando Martín, presidente de Martinsa. No fue el único que hizo buenos negocios a tiempo.
Las cosas también le fueron muy bien a Joaquin Rivero, presidente de Metrovacesa. Los constantes rumores de compra, materializados después en oferta, sentaron muy bien a la evolución bursátil de la inmobiliaria que llegó a cotizar por encima de los 120 euros. Pero más tarde sus títulos se cambiaron a 70. Otro tanto le ocurrió a la familia Losantos que poco tiempo después de colocar en bolsa su empresa, Riofisa, y embolsarse 170 millones de euros por esta operación, se deshizo del resto del capital aceptando una oferta de compra por parte de Inmocaral.
Ante esto, los analistas y expertos no supieron encontrar un análisis concreto ante la situación del sector inmobiliario. Son muy pocos los expertos que siguieron el sector y la mayoría de estos tienen recomendaciones de venta para estas compañías. Muy lejos queda la etapa dorada del ladrillo. El año 2006 fue histórico para el sector inmobiliario en bolsa ya que cuatro compañías –Renta Corporación, Parquesol, Astroc y Riofisa- saltaron al parqué bursátil, todas ellas controladas por familias. Ahora se sabe que ese año fue el pico del ciclo en precios y en construcción de pisos.
Pero el desplome de la Bolsa ha sido generalizado. La incertidumbre y la falta de confianza hicieron saltar por los aires el Ibex 35 que vivía una época de bonanza pocas veces vista. En la actualidad, las reformas del Gobierno o decisiones de la Unión Europea ante inversiones son los únicos incentivos a intentar aliviar algo la Bolsa. Hay días negros en el parqué madrileño y otros que dan un respiro a los activos, pero la pérdida en el valor de las acciones cada vez es mayor.
Lafinanza.net
Cómo podemos apreciar en este gráfico, la caída del 20% que sufrió el Ibex en 2008 es idéntica a la que afectó a la bolsa española en 2011 llegando a alcanzar mínimos históricos. Podemos comprobar que, hasta su solución y por motivos diversos del mercado, la crisis será cíclica.
Alba Esteban Sanz
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